
Hortensia de los Santos
Seeker of Ancient Echoes
Muy pobre fue la evolución de las manifestaciones, artísticas, económicas, físicas o culturales, desde el descubrimiento de Cuba hasta la penúltima década del siglo XVIII, para circunscribirme a la época de Martí. De España llegaba, en general, gente inculta con la única intención de hacer fortuna o de escapar al castigo de sus delitos, fugitivos de cárceles, conventos o del ejército, y también jugadores; en resumen, elemento analfabeto e indeseable. Nuestros aborígenes, en un desarrollo cultural muy primitivo, explotados físicamente al máximo, tanto que preferían la muerte al sufrimiento del trabajo incesante para el opresor colonizador, fueron víctimas del primer genocidio en nuestra América, y prácticamente nada aportaron a la cultura de la naciente colonia. En cambio, Bernal Díaz del Castillo queda sorprendido por las maravillas que observa a su llegada a México y escribe:
‘Y después que entramos en aquella ciudad de Estralapa, de gran manera de los palacios donde nos aposentaron, de cuán grande y bien labrados eran, de cantería muy prima, y la madera de cedro y de otros buenos arboles olorosos con grandes patios y cuartos, cosas muy de ver, y entoldados con paramentos de algodón.’
Agotada la fuerza proporcionada por los indígenas, dado su exterminio, el Padre de las Casas aconsejó la importación de esclavos negros, y a Cuba trajeron los que siglos más tarde se unirían a los blancos para su liberación de la hegemonía española. Si había artistas entre ellos, como debe haberlos habido, pues se ha constatado en el áfrica antigua la existencia de preciosas muestras de arte; aquellos infelices esclavos eran obligados a trabajar desde el amanecer hasta bien tarde después del ocaso, cuando eran recluidos en los barracones y encerrados con fuertes cerraduras hasta temprano antes del amanecer. No solamente carecería de tiempo y disposición para la ejecución de sus habilidades artísticas quien las poseyera, sino que estas les estaban prohibidas por ser consideradas como manifestaciones de brujería. Lo que no pudieron impedir y si, en ocasiones, favorecer, fue el desarrollo de la música negra y el baile y junto con esas manifestaciones los cantos en las fiestas religiosas, cuando se producía el sincretismo de sus dioses con los que le imponían los miembros del clero católico.
Adelantemos el curso del tiempo en dos siglos y medio, y ya estamos en el año 1853, en los principios del cual tiene lugar un importantísimo acontecimiento para Cuba, en aquel momento de valor imprevisible: el nacimiento de un niño que será bautizado con el nombre de José Martí y Pérez, hijo de un matrimonio de humildes españoles de escasa cultura, Don Mariano Martí, y Doña Leonor Pérez Cabrera. Tiene la suerte de ser admitido en el colegio San Pablo donde, a cambio de ayudar en el trabajo, tiene la infinita suerte de, dado su carácter y su inteligencia, contraer amistad con los mejores alumnos y con su maestro, Rafael Maria Mendive que permite que Martí haga uso de un gran tesoro, su biblioteca. En ella, el joven encuentra libros de arte y otros cuya entrada está prohibida en Cuba, porque en ellos se mencionan peligrosas palabras como ‘libertad’, ‘independencia’, o venenosos conceptos no escolásticos y de unos escritores calificados como los ‘enciclopedistas’ que solamente penetran, en aquella época, de contrabando. También encontraría algunos grabados de cuadros famosos de Goya, Murillo y de los renacentistas italianos, viendo el contraste con las pinturas de mal gusto con que por lo general tropezaba su vista.